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La hipocresía de la FIFA

La hipocresía de la FIFA

Hace unos días hubo un trending topic que me llamo poderosamente la atención referente a un incidente que hubo en una sala de cine mexicana que involucraba a a miembros de la comunidad LGBTIQ+. Sin la intención de querer profundizar específicamente en ese tema, fue imposible no transportarlo a la esfera deportiva y lo que se viene este año en el evento más importante en nuestro planeta. La edición de la justa mundialista de futbol vivirá momentos difíciles que tienen que ver con la lucha contra la homofobia, lo que abrirá un debate importante ante un país que abiertamente castiga la diversidad.

Y es que a pesar del falso discurso de la FIFA con la igualdad y la lucha contra la homofobia que se repite hace años, las personas de la comunidad LGBTIQ+ enfrentarán una segregación directa desde la misma sede organizadora.

Como ya es costumbre, cada cuatro años todo se paraliza y durante meses solo respiramos futbol y 2022 no será la excepción; a pesar del cambio de fecha por las condiciones climatológicas del país sede, a pesar del incierto terminar del COVID, la fiesta tendrá lugar. Pero no será para todos, sino solo para quienes cumplan con el perfil dentro de la visión del mundo del país organizador. Como sabemos, en Qatar, la homosexualidad está prohibida, y desde que este país fue elegido sede de la Copa Mundial se reabrió el debate sobre el respeto por la diversidad. Un debate que nos recuerda que, lamentablemente, el futbol está muy lejos de ser igualitario.

A partir de la elección de Qatar como sede se cuestionó hasta qué punto es viable aceptar argumentos que provienen del odio y se disfrazan de libertad para justificar la exclusión, o bien tiene que ver con la responsabilidad de quienes declaran luchar por la igualdad pero al mismo tiempo ponen en riesgo a millones de personas al citarles en un lugar así.

Cada vez que se discute sobre los derechos de la comunidad LGBTIQ+ aparece la falsa dicotomía entre “libertad de expresión” y derechos. Quienes apoyan las medidas de la organización del Mundial suelen recurrir a argumentos falaces como que una persona, organización o país puede discriminar u odiar si lo hace amparado por el derecho básico de la libertad de expresión. Incluso, el argumento de la libertad a veces se disfraza de simpatía cuando se habla de “tolerancia”. Así sucedió con el director del comité organizador, Nasser Al-Khater, quien en un gesto de fingida buena voluntad afirmó que su país es “tolerante” y recibirá a la comunidad. Eso sí, sin muestras de cariño que puedan considerarse fuera de contexto y que sean públicas. El clima pre Qatar 2022 estará lleno de estos argumentos, y quienes creemos en la igualdad nos vemos en situación de repetir: una opinión, política o costumbre que excluye y lastima no es un punto de vista, y bajo ninguna circunstancia puede ampararse en algo tan abstracto como la libertad.

Además, nos queda preguntarnos por la responsabilidad de quienes diseñan las políticas. La elección de Qatar como sede del Mundial por parte de la FIFA, que lleva años ensayando medidas para un futbol más inclusivo, nos demuestra que las decisiones tienen el poder de mejorar, pero al mismo tiempo de destruir. Para los dirigentes de este organismo el dinero será siempre lo más importante. Esta decisión de la FIFA es cuando menos polémica, teniendo en cuenta que la prohibición de la homosexualidad no es la única violación a Derechos Humanos que sucede en Qatar: el destrato a inmigrantes, el lugar de las mujeres y la explotación laboral son otras tantas cuestiones que provocaron quejas por parte de organismos defensores de los derechos humanos.

Es la segunda vez en esta década que se elige como sede del Mundial un país hostil hacia la comunidad LGBTIQ+, recordemos lo sucedido en Rusia. Teniendo en cuenta la enorme responsabilidad que conlleva elegir donde se realizará el torneo y aquellos que hacen las políticas son quienes deciden los términos, es claro denunciar que la responsabilidad le cabe entonces a la FIFA. Es evidente que no son creíbles sus esfuerzos para combatir la homofobia, sí con una decisión pone en peligro a millones de personas. Las políticas no son solo palabras, sino símbolos que tienen efectos concretos sobre la vida de muchas personas. No son neutrales, ni tampoco son producto de la libertad cuando van en detrimento de derechos básicos. Las políticas no son un ejercicio de la libertad y no deben respetarse si su intención es denigrar. Debe exigirse un compromiso real y serio con la igualdad para acabar con la violencia y la exclusión.

La FIFA y el dinero serán siempre cómplices. Y aquí viene lo inexplicable, su enorme hipocresía. Ha creado toda una política con la intención de erradicar un grito homofóbico en México, que si analizamos objetivamente la acepción del término no tiene esa intención, es más amplio su significado.  Convierte en personas de cristal a quienes al hacer un mundial en Qatar, que es todavía uno de los países que aún consideran delito el ser homosexual, los pone en un profundo riesgo, una total contradicción.

Los alcances de la política, en el mundial los miembros de esta comunidad pueden ser condenados a 7 años de cárcel y personas no heterosexuales musulmanes pueden ser sentenciados a muerte.

La Federación Mexicana de Fútbol ha recibido de FIFA 17 sanciones por gritos homofóbicos y el monto acumulado de todas esas multas asciende a unos 656,400 dólares (unos 13.7 millones de pesos). Que escenario se viene en el mundial cuando a esta fecha Mexico tiene ya confirmada la asistencia de más de 35 mil aficionados a esta justa deportiva. Resultará de suma importancia el informar a nuestra afición los enormes riesgos que se corren en el país sede por faltas que en occidente resultaron como anecdóticas e incluso simpáticas, advirtiendo que eso no será igual en Qatar.

Y como muestra un botón. En un momento en el que Qatar se abre al mundo con un mundial de fútbol en el horizonte, una mexicana denunció cómo las mujeres pueden llegar a ser muy vulnerables en ese país islámico en un caso judicial.

Paola Schietekat llegó a Doha en febrero de 2020 para trabajar para el gobierno qatarí en la organización de la Copa del Mundo Qatar 2022.

Después de un año y medio de vivir ahí, cuenta que fue víctima de una agresión.

Pero cuando acudió a las autoridades para presentar la denuncia, el caso se volvió en su contra: fue acusada de «sexo extramarital», un delito bajo la ley islámica sharía. Sobre la joven de 27 años se impuso una condena de7 años de prisión y 100 latigazos. Como alternativa, le dijeron, podía evitar esa pena si se casaba con su agresor.

«Después de este proceso, caí en cuenta de que, a pesar de mis grados académicos, preparación profesional, independencia financiera y a pesar de trabajar para el gobierno qatarí, soy vulnerable a las violaciones de derechos humanos de instituciones arcaicas y abusivas, e incapaz de encontrar protección en mi consulado», denunció Schietekat en una publicación en la que expuso lo ocurrido.

La joven pudo salir de Qatar el año pasado, pero desde entonces afirma que no se ha hecho justicia en su caso y que su agresor está libre.

Y advierte que los mexicanos, y también grupos vulnerables como las mujeres y las personas LGBTIQ+ que visiten ese país por el Mundial a finales de este año, podrían ser víctimas del sistema qatarí.

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